Rafael Guastavino, el arquitecto español que cambió Nueva York

Rafael Guastavino, el arquitecto español que cambió Nueva York

Rafael Guastavino Moreno

Rafael Guastavino Moreno

Rafael Guastavino Moreno (Valencia, 1842-Carolina del Norte, 1908). El hombre que cambió la fórmula constructiva de Nueva York y liberó el desarrollo de la gran urbe de los incendios se llamaba Rafael Guastavino, nació en la Plaza de la Reina de Valencia y hasta el día de ayer seguía siendo un gran desconocido para la sociedad valenciana y española.

Fue un arquitecto y constructor español que desarrolló gran parte de su actividad en Estados Unidos, donde difundió el sistema constructivo basado en la bóveda tabicada. Nació en Valencia pero en el año 1861 emigró a Barcelona para formarse como Maestro de Obras, donde obtiene finalmente el título en la recientemente abierta escuela de arquitectura en el año 1872. Más tarde estudió historia de las Bellas Artes.

En ella entra, de la mano de sus profesores Elías Rogent y Juan Torras, entra en contacto con las bóvedas tabicadas, sistema constructivo tradicional que había pervivido especialmente en Extremadura y Cataluña y que va a tener en esta última, en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, un extraordinario desarrollo a que con frecuencia reciba el nombre de bóveda catalana.

Fábrica de los hermanos Batlló.

Fábrica de los hermanos Batlló.

La Barcelona de aquella época estaba rebosante de proyectos constructivos y fue allí donde Guastavino encontró el ambiente adecuado para comenzar una frenética actividad en el mundo de la arquitectura. No paraba ni un momento, ya fuera como arquitecto, como contratista o bien presentándose a todos los concursos de obra que podía encontrar, fueron unos años en los que dio forma tanto a monumentos como a edificios de viviendas o a fábricas, como la de los hermanos Batlló en les Corts de Sarriá. Toda esta actividad le confirmó como un valor en alza de la arquitectura catalana, tanto es así que incluso su obra estaba presente en exposiciones internacionales, como la de Viena de 1873 o la de Filadelfia de 1876.

Ah pero, las cosas no eran todo lo brillantes que puede pensarse. El cemento fabricado en España dejaba mucho que desear por aquella época y, además, la tecnología y los apoyos necesarios para poder llevar a cabo sus proyectos en todo su esplendor no eran los más adecuados, por no contar con la burocracia y demás pesadillas que le atormentaban. Por ello, la medalla que le habían otorgado como premio a sus proyectos en la Exposición de Filadelfia le hacía soñar con un lugar en el que poder desarrollar todo su potencial.

Ellis Island, Bóvedas de Rafael Guastavino.

Ellis Island, Bóvedas de Rafael Guastavino.

Guastavino tenia 40 años y como muchos emigrantes europeos, llegó a Ellis Island en Nueva York en busca del sueño americano, con su hijo menor de 9 años de edad y su ama de llaves, que a su vez se llevó a sus dos hijos. Nadie imaginaba que ese valenciano acabaría reconstruyendo el edificio que le vio llegar. Fue el primer arquitecto español que traspasó fronteras, con 40 dólares en la maleta, después de que su mujer, adinerada, le había dejado en la estacada harta de infidelidades y se había machado a Argentina con tres de sus hijos. Sin saber una palabra de inglés, y en apenas unos años su talento le llevó a levantar decenas de edificios en Manhattan y a fundar una de las constructoras más prestigiosas del país cambiando el sistema de construcción clásico y con plenos reconocimientos en el siglo XIX.

Llegó en el momento justo ya que Estados Unidos buscaba un tipo de construcción a prueba de fuego, traumatizado por el incendio que arrasó Chicago en 1871, dejando la cifra de 300 muertos y dejó a unas 100.000 personas sin hogar. Guastavino sabía que la bóveda catalana, utilizada en los países mediterráneos desde hace siglos, no solo resistía a las llamas, sino que además resultaba muy decorativa. Lo más curioso es que esa técnica era conocida desde antiguo pero había quedado prácticamente olvidada en su tiempo, por lo que la recuperación de la misma por parte de Guastavino fue algo providencial para él.

Plano de una Bóveda de la Guastavino Company.

Plano de una Bóveda de la Guastavino Company.

 

Guastavino era español, no sabía hablar inglés y no tenía dinero. ¿Cómo triunfar entonces? Las cartas de recomendación que llevaba le abrieron algunas puertas, trabajó en una conocida revista de construcción y decoración como dibujante y ganó finalmente varios concursos de construcción. ¿Qué hizo con aquel dinero? ¡Lo quemó! Sí, literalmente, porque mucho de lo que pudo ahorrar lo dedicó a construir dos pequeñas casas levantadas con sus técnicas de tabicado para que fueran pasto del fuego y demostrar así a los escépticos americanos que su método era todo lo bueno que afirmaba. Incluso llegó a fotografiar sus experimentos con el fuego.

A modo de demostración y, como si de una falla más se tratara, sometió durante 4 horas a una de esas bóvedas a una temperatura de 1.093 grados centígrados con 272 kilos de peso en la parte superior y la bóveda no se desplomó. Una prueba supervisada por los responsables del ayuntamiento que abrió a su empresa las puertas de las mejores obras y rascacielos de aquel entonces en la ciudad que nunca duerme. Es por ello que no era sólo un buen constructor sino que enseguida se dio cuenta de que la condición ignífuga de sus bóvedas era su gran ventaja comercial frente a sus competidores. Guastavino demostró que el sistema de bóvedas tabicadas, también conocidas en Estados Unidos como bóvedas catalanas, no sólo era terriblemente barato, rápido de construir y resistente, sino ignífugo.

Catedral de San Juan el Divino, en Nueva York.

Catedral de San Juan el Divino, en Nueva York.

Dos años después de su llegada a Nueva York el valenciano fundó su propia compañía, la Guastavino Fireproof Construction Company, que levantó cientos de edificios en numerosas ciudades de Estados Unidos.

Biblioteca de Boston.

Se arruinó varias veces en Estados Unidos, nunca dominó el inglés (durante los 10 primeros años no emitió ni un solo vocablo) y patentó la bóveda tabicada, la base de la construcción cohesiva.

 

Patente de construcción de escalera y patente de la bóveda tabicada reforzada

Patente de construcción de escalera y patente de la bóveda tabicada reforzada

 

En octubre de 1904 se inauguró la primera línea del metro de Nueva York, construida por la Interborough Rapid Transit Company. La empresa temía que la gente no quisiera viajar bajo tierra, por lo que pidió al arquitecto español Rafael Guastavino que diseñara una estación y unos túneles dignos de un palacio. El resultado fue City Hall Station, un espacio repleto de bóvedas y arcos de ladrillo visto y cerámica; tan espectacular que fue conocido como la «catedral subterránea». Por desgracia hoy es una estación fantasma. Acabó quedándose pequeña y cerró en 1945.

Estación de City Hall, Nueva York.

Estación de City Hall, Nueva York.

Rafael Guastavino Esposito.

Rafael Guastavino Esposito.

Su huella fue tan profunda en la ciudad que, en su necrológica, The New York Times se le bautizó como ‘El arquitecto de Nueva York‘. Su obra icónica en una de las ciudades más fotogénicas y fotografiadas del mundo hizo que tuviese una repercusión a nivel mundial.

Rafael Guastavino falleció en 1908, casi treinta años desde que llegara a Nueva York. En ese tiempo dio forma a imponentes bóvedas y edificios de todo tipo, sobresaliendo la biblioteca pública de Boston, la estación Grand Central de Nueva York o, en la misma ciudad, el Carnegie Hall, la iglesia de St. Bartholomew, el Ayuntamiento, el Museo de Historia Natural o el Hospital Mount Sinai. También fue suya la decoración del metro neoyorquino y, en Washington, contribuyó a la construcción del edificio de la Corte Suprema de los Estados Unidos.

La estación Grand Central de Nueva York.

La estación Grand Central de Nueva York.

Su hijo Rafael Guastavino Expósito (Barcelona, 1873-Nueva York, 1950) continuó su labor.

Como suele pasar siempre, no fue profeta en su tierra pero triunfó al otro lado del charco con su particular estilo y con numerosas exposiciones de su obra como la de ‘Palacios para el pueblo‘ en el Museo de la Ciudad de Nueva York, un merecido homenaje póstumo de la metrópoli a uno de los hombres que diseñaron las obras más importantes antes del reinado del acero y el cristal. En esta ciudad recibió un reconocimiento mundial, pero apenas ha recibido merecidos homenajes en su tierra natal.

Ejemplo del poco reconocimiento en España es este reportaje de TVE sobre la estación Grand Central de Nueva York, no se dedica ni un solo segundo a este gran arquitecto.